martes, 1 de abril de 2014

Unidad introductoria 6to economía



Programa Historia 6to Economía.

1- Unidad introductoria


Unidad 1: Concepto y definición del campo de estudio de la economía y la Historia económica

“No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino su consideración de sus propios intereses.”
                                                           Adam Smith, La riqueza y la pobreza de las naciones (1776)

Con esta clásica cita comienza la también clásica obra de Paul Samuelson Economía, que sigue de esta manera:

Samuelson
 “Desde que el gran economista Adam Smith escribió estas palabras hace más de 200 años, el mundo ha atravesado en su gran parte un período de inimaginable prosperidad. En Estados Unidos y en otros países industrializados, la mayoría de la gente puede comprar hoy muchas más cosas de las estrictamente necesarias, como son los alimentos, el calzado y el alojamiento. Pero, ¿ha proporcionado la prosperidad general una vida feliz y plena a todas las personas que habitan en los países ricos? En absoluto. La mayoría de la gente sigue luchando por mejorar. Las empresas compiten ferozmente por los clientes, inventando nuevos productos y mejorando y abaratando los antiguos. Los trabajadores compiten por el empleo, obteniendo títulos universitarios y adquiriendo formación y experiencia que esperan que les den una ventaja en el mercado de trabajo. Los países también compiten, adoptando una política macroeconómica y comercial que les dé una ventaja económica competitiva.
Hoy la competencia es, en todo caso, más intensa. Vivimos la era de los mercados globales, en la que los bienes circulan a través de las fronteras nacionales con mayor facilidad que nunca. (…) Y por primera vez todo el mundo juega con las mismas reglas, las reglas de una economía de mercado global. ¿Quién puede adaptarse mejor a los cambios de los mercados? ¿Quién puede surcar mejor los mares de la nueva tecnología? Es mucho lo que está en juego. Los vencedores son los que obtienen más beneficios y salarios, mientras que los vencidos se quedan rezagados.”


Samuelson expresa verdades comprobadas, científicas, reales y verificables, pero, por sobretodo, también expresa ideología, es decir, una forma de pensar, y en base a esa ideología construye su pensamiento científico. Por ejemplo, cuando expresa “el mundo ha atravesado en su gran parte un período de inimaginable prosperidad” se debería agregar la palabra “material”, prosperidad material, que no es lo mismo que “prosperidad moral”, “prosperidad artística”, o “prosperidad espiritual”. Samuelson, al decir “prosperidad” a secas, nos está diciendo que para él, la prosperidad es únicamente la material. Prosperidad, según la “ideología” de Samuelson es “comprar hoy muchas más cosas de las estrictamente necesarias”, esta prosperidad se logra a través de la competencia, competencia feroz, e individualismo feroz, en el cual, al igual que las leyes darwinianas “Los vencedores son los que obtienen más beneficios y salarios, mientras que los vencidos se quedan rezagados.”
Entonces, Materialismo, Individualismo y Competencia, son elementos claves de la ideología de Samuelson, y por lo tanto de su interpretación de la economía. Esta ideología o esta forma de entender la economía es la que ha predominado en gran parte del mundo en los últimos tiempos y ha transformado el mundo de forma tal que, si no la comprendemos cabalmente, realmente quedamos rezagados. Samuelson no es más que uno entre muchos ideólogos de esta economía capitalista y que se ha convertido en clave de los procesos mundiales actuales e incluso de nuestra propia vida íntima.

Para Samuelson, la Economía es fundamental en ese sentido para comprender el mercado global que hoy nos rige, pero no es la única razón por la cual se estudia economía:
Ganar Dinero.
Tememos ser analfabetos sino comprendemos las leyes de la economía.
Mejorar el medio ambiente.
Entender la economía de distintos países como Rusia o China.
La economía nos afecta desde que nacemos nos enfrentamos a crudas realidades económicas.
Como votantes debemos tomar decisiones sobre cuestiones económicas.
Elegir la profesión a la que vamos a dedicarnos toda la vida.

Según Samuelson la economía “es el estudio de la manera en que la sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos”

“Tras esa definición se esconden dos ideas clave en la economía: los bienes son escasos y la sociedad debe utilizarlos eficientemente.
Los bienes son limitados, mientras que los deseos parecen infinitos. Dado que los deseos son ilimitados, es importante que una economía saque el mayor provecho de sus recursos limitados, lo cual nos lleva al concepto fundamental de eficiencia. Eficiencia significa ausencia de despilfarro, es decir, utilización de los recursos de la economía de la manera más eficaz posible para satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos.
Más concretamente, la economía produce eficientemente cuando no puede producir una cantidad mayor de un bien sin producir una menor de cualquier otra.
La esencia de la economía es reconocer la realidad de la escasez y averiguar entonces cómo debe organizarse la sociedad de tal manera que utilice del modo más eficiente los recursos.”
Otro aspecto ideológico de Samuelson que se aprecia aquí es que los deseos humanos son “infinitos”, seguramente los sean para gran parte del mundo, pero no para todo el mundo, la idea de infinito es un concepto muy complejo que ha variado muchísimo a lo largo de la historia y que ha tenido muy diferentes interpretaciones, de aquí se derivan otras cuestiones ideológicas relacionadas con los que decía en el primer párrafo “¿ha proporcionado la prosperidad general una vida feliz y plena a todas las personas que habitan en los países ricos? En absoluto. La mayoría de la gente sigue luchando por mejorar.” Para Samuelson la gente seguirá luchando para mejorar hasta cumplir todos sus deseos, pero dado que sus deseos son infinitos, está lucha parecería que jamás tendrá fin. Aquí se expresa entonces, una visión de la historia, una visión lineal progresista, es decir, que la historia debe o tiene que ser como una línea que avanza indefinidamente hacia adelante y hacia arriba, siempre mejorando materialmente, “prosperando” indefinidamente.
De todas formas, esta idea de economía es hoy predominante sobre todo en los países occidentales desarrollados, Estados Unidos y Europa Occidental sobretodo, donde la obsesión por la eficiencia y la producción ha hecho de ellos países extremadamente ricos, pero es también esta misma obsesión la que ha llevado a otras regiones del mundo a ser víctimas de dicha obsesión.

El estudio de la economía

Smith puede considerarse con razón el fundador de la disciplina de la microeconomía, rama de la economía que se ocupa actualmente de la conducta de entidades individuales como los mercados, las empresas y las economías domésticas.
En cambio, la macroeconomía, que es la rama de la economía que se ocupa del funcionamiento global de la economía, no existió como es hoy hasta 1936. Fue ese año cuando John Maynard Keynes publicó su revolucionaria obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. (…) Keynes  puso de relieve el hecho de que las economías de mercado podían funcionar mal. En su libro, desarrolló una teoría de las causas del desempleo y las recesiones económicas, de la determinación de la inversión y el consumo, de cómo los bancos centrales gestionan el dinero y los tipos de interés y de por qué algunos países prosperan, mientras otros se estancan. Keynes también sostenía que el Estado podía contribuir significativamente a allanar las oscilaciones de los ciclos económicos. Aunque muchos economistas ya no aceptan sus teorías y recomendaciones específicas, las cuestiones que abordó Keynes siguen definiendo el estudio de la macroeconomía actual.
Las dos corrientes -la microeconomía y la macroeconomía- convergen y forman la economía moderna actual.

b) - Algunas corrientes del pensamiento económico.

La economía clásica.
La economía marxista.
La economía neoclásica.
   
La economía clásica, fines del siglo XVII

Smith
 Se considera a Adam Smith como el fundador de la economía moderna, y sus aportes contribuyeron a configurar lo que se conoce como economía clásica, o también llamada economía liberal, basada en la generación de riqueza a través del trabajo libre, individual e interesado y la no intervención del Estado en la mayoría de los asuntos económicos, dado que estos se autorregulan por una “mano invisible”, es decir, la ley natural de la economía llamada “la ley de la oferta y la de manda” que establece tanto los precios de los productos como el volumen de la producción de forma libre.
Smith se ve influenciado por el ambiente social, político y cultural de su tiempo, la Revolución Gloriosa en Inglaterra (1688) y la corriente de los pensadores ilustrados ingleses y franceses (Locke, Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Quesnay y otros) que propugnaban un mundo libre de monarquías absolutas y donde existiera representación política y mayor libertad para el individuo.
“¿Dónde y cuando surgió el gran río que es hoy la economía? Podemos datar los orígenes de la economía moderna en 1776, año en que Adam Smith publicó su obra clásica Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. En este libro. Smith sentó correctamente los principios básicos de una economía de mercado. (…)
Los estudios sobre economía existen desde la antigüedad de donde proviene la palabra economía que deriva del griego antiguo (Oikos nemo) y significa “administración de la casa”, pero Adam Smith es el primero en la historia en señalar que los individuos son seres racionales con capacidad para maximizar el bienestar social. La revolución de Smith consiste en realizar un análisis basado en las personas, sus capacidades y sus deseos.
En La riqueza de las naciones, Smith consideró cómo se fijan los precios, estudió cómo se fijan los precios de la tierra, el trabajo y el capital e investigó las virtudes y los defectos del mecanismo del mercado. Y lo que es más importante, identificó notables propiedades eficientes de los mercados, la “mano invisible” que extrae un bien común en los actos interesados de los individuos. Todas estas cuestiones siguen siendo importantes hoy y, aunque el estudio de la microeconomía ha avanzado, sin duda, extraordinariamente desde los tiempos de Smith, éste sigue siendo citado tanto por los políticos como por los economistas.”
Hay que hacer notar que la obra de Smith estuvo decididamente influenciada por los trabajos de los fisiócratas franceses como Quesnay, que, en su crítica a la economía mercantilista predominante en la Europa absolutista de los siglos XVI y XVII, propusieron el lema de Laissez faire - laissez passer, es decir, dejar hacer - dejar pasar, al contrario de la idea predominante en aquel tiempo que establecía básicamente que los Estados debían dirigir la economía y asegurar mediante balanzas comerciales favorables la acumulación de metales preciosos en sus arcas. Quesnay y otros fisiócratas franceses declaraban que la riqueza no solamente no se encontraba en la acumulación de metales preciosos, sino que además el Estado no debía intervenir en los asuntos económicos, por eso se debía dejar que la economía se autorregulase por sí misma.
Ricardo
Para los fisiócratas la riqueza se encontraba en la tierra, que, a diferencia de los metales preciosos, esta tiene posibilidades infinitas de riqueza y no se mueve de un lugar a otro. De ahí viene el nombre fisiocracia que quiere decir “poder de la naturaleza”. Smith va a llevar estas ideas más lejos, diciendo que la verdadera riqueza se encuentra realmente no en la tierra, sino en el trabajo, ya sea del hombre que la cultiva, como del que fabrica las herramientas para que pueda hacerlo. Además va a llevar más lejos la idea del laissez faire, estableciendo más profundamente las leyes económicas “naturales” que regulan el mercado.
A principio del siglo XIX, otro pensador muy influyente en la historia del pensamiento, David Ricardo, publica un estudio sobre la obra de Smith llamado Economía política (1817) que se convierte en la obra de referencia para los economistas clásicos.
A partir de este momento el debate por las ideas económicas dará a lugar al surgimiento de diversas corrientes económicas, de las cuales las más influyentes en un primer momento serán las escuelas marginalista y marxista.

La economía marxista (mediados del siglo XIX)

Marx
Karl Marx, el filósofo judío alemán realizó en el siglo XIX uno de los aportes más importantes en el campo de la economía a través de varias obras como El manifiesto comunista de 1848 y sobre todo El capital de 1867. Marx sostiene que las relaciones económicas son la “infraestructura”, es decir, la base sobre la cual todos los elementos de una sociedad se sostienen, la “superestructura” conformada por la religión, la política, la cultura, etc.  A lo largo de la historia las relaciones económicas se han basado en la explotación de una mayoría de hombres por parte de una minoría que es la dueña de los medios de producción y que buscan mantener y prolongar dicha situación con los elementos de la “superestructura”, pero también la historia registra las sucesivas revoluciones de los explotados contra los explotadores que ha hecho cambiar los modos de producción a lo largo del tiempo, desde el primitivo modo de producción esclavista en la antigüedad, el modo de producción feudal en la edad media, y finalmente el modo de producción capitalista en la actualidad, que opone a la burguesía por un lado que es la dueña de los medios de producción, contra el proletariado que le vende a la burguesía su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Es por esto que Marx dice que la historia es la “historia de la lucha de clases”.
Según Marx, en la etapa “capitalista” de la historia, gracias a la industrialización la burguesía acumula cada vez más poder y riqueza al mismo tiempo que genera masas de obreros cada vez más explotados y en condiciones cada vez miserables, lo que llevará en el futuro a la revolución del proletariado contra la burguesía y el capitalismo, instaurando así una “dictadura del proletariado”, que será una etapa de la historia transitoria hasta la instauración de una “sociedad comunista” donde las clases sociales dejen de existir y por lo tanto ya no habrá más lucha de clases y también finalizará la historia misma.


Economía neoclásica (fines del siglo XIX y principios del siglo XX)

Un antecedente directo de la escuela neoclásica es la llamada escuela marginalista de fines del siglo XIX, cuyos máximos representantes son el francés León Walrass y el italiano Vilfredo Pareto, fue la primera en expresar la economía en el lenguaje matemático, eso les permitió plantear problemas de optimización, es decir, minimizar costes y maximizar beneficios, y con su estudio marginal, trazar las curvas de oferta y demanda.
Marshall
En 1890, el economista inglés Alfred Marshall publica Principios de economía, en donde sintetiza las ideas de Adam Smith y David Ricardo con las de los economistas marginalistas, así nacen los llamados neoclásicos.
Los neoclásicos siguen tres conceptos, en primer lugar: individuos egoístas, racionales, maximizadores del bienestar y con información perfecta; segundo: propiedad privada y distribución individual de recursos; y tercero capacidad de los individuos para usar tecnología, trabajar y decidir racionalmente.
A partir de estas tres ideas deducen todas sus conclusiones, es por tanto una teoría deductivista y además individualista, la naturaleza del hombre es la que determina la estructura y las cualidades de la economía. Por ejemplo, deducen el precio como efecto de la oferta y la demanda, los precios quedan reducidos a sus causas, por esto la lógica neoclásica es deductiva, reduccionista y determinista.
Al igual que los “clásicos”, los “neoclásicos” ven la intervención estatal como una barrera a eliminar para conseguir el máximo de bienestar, defienden que el capitalismo es la mejor manera de “administrar la casa”, la que satisface mejor el bienestar.
Los años veinte en los Estados Unidos pareció darle la razón a los neoclásicos, donde los individuos satisfacían sus necesidades gracias a la tecnología y la no intervención estatal, aunque también genero división social entre empresarios y trabajadores, surgimientos de sindicatos y partidos socialistas y finalmente la llegada de la gran crisis de 1929 que hará rever los postulados económicos manejados hasta entonces.

Los tres problemas de la organización económica

Toda sociedad debe tener una manera de decidir qué mercancías se producen, cómo se producen y para quién se producen.
De hecho, estas tres preguntas fundamentales sobre la organización económica -el qué, el cómo y el para quién- son fundamentales hoy como en los albores de la civilización del hombre. Examinémoslas más detenidamente:
-          ¿Qué mercancías se producen y en qué cantidades? Una sociedad debe decidir qué cantidad de cada uno de los numerosos bienes y servicios posibles producirá y cuándo los producirá. ¿Producirá hoy pizzas o camisas? ¿Unas cuantas camisas de buena calidad o muchas baratas? ¿Utilizará recursos escasos para producir muchos bienes de consumo (como pizzas congeladas) o menos bienes de consumo y más bienes de inversión (como máquinas para fabricar pizzas) que aumenten la producción y el consumo en el futuro?
-          ¿Cómo se producen los bienes? Una sociedad debe decidir quién los producirá, con qué recursos y qué técnicas de producción utilizará. ¿Quién se dedicará a la agricultura y quién enseñará? ¿Se producirá la electricidad por medio del petróleo, de carbón o de energía nuclear? ¿Contaminando mucho el aire o poco?
-          ¿Para quién se producen los bienes? Una tarea clave para cualquier sociedad es decidir quién recogerá los frutos de los esfuerzos económicos. O dicho en términos formales, ¿cómo habrá de dividirse el producto nacional entre las diferentes economías domésticas? ¿Habrá muchos pobres y unos cuantos ricos? ¿Irán a pagar las rentas altas a los directivos, a los trabajadores o a los terratenientes? ¿Comerán bien los enfermos y los ancianos o se les dejará que se las arreglen solos?

El mercado, la autoridad y las economías mixtas
     
oferta y demanda
Una tarea clave de las economías es estudiar y explicar las diferentes respuestas que puede dar una sociedad a las preguntas del qué, el cómo y el para quién. Las diferentes sociedades se organizan por medio de distintos sistemas económicos y la economía estudia los diferentes mecanismos que pueden utilizar para asignar recursos escasos.
Actualmente, podemos distinguir dos maneras fundamentalmente diferentes de organizar una economía. En un extremo, el gobierno toma la mayoría de las decisiones económicas: las personas que ocupan los puestos jerárquicos superiores dictan órdenes económicas a los que ocupan los puestos inferiores. En el otro, las decisiones se toman en los mercados, en los cuales los individuos o las empresas acuerdan comerciar voluntariamente los factores y los productos, normalmente por medio del dinero, examinemos brevemente estas dos formas de organización económica.
En Estados Unidos y en la mayoría de los países democráticos, la mayor parte de las cuestiones económicas se resuelven en el mercado. De ahí que su sistema económico se denomine economía de mercado. Una economía de mercado es aquella en la que los individuos y las empresas privadas toman las principales decisiones relacionadas con la producción y el consumo. Un sistema de precios, de mercados, de beneficios y pérdidas, de incentivos y premios determina el qué, el cómo y el para quién. Las empresas producen la mercancías que generan los mayores beneficios (el qué) mediante las técnicas de producción que son menos costosas (el cómo), y el consumo depende de las decisiones de los individuos sobre la forma en que deben gastarse los salarios y las rentas de la propiedad generadas por su trabajo y sus propiedades (el para quién). El caso extremo de una economía de mercado, en el que el Estado no desempeña casi ningún papel económico, se denomina economía de laissez-faire.

"Un mercado es un mecanismo por medio del cual los compradores y los vendedores de un bien o servicio determinan conjuntamente su precio y su cantidad"
 
En cambio, una economía autoritaria es aquella en la que el gobierno toma todas las decisiones relacionadas con la producción y la distribución. En una economía de este tipo (…) el Estado es dueño de la mayor parte de los medios de producción (la tierra y el capital); también posee y dirige las operaciones de las empresas en la mayoría de las industrias; es el patrono de la mayoría de los trabajadores, a los cuales le da instrucciones sobre la forma en que han de hacer su trabajo; también decide cómo ha de dividirse la producción de la sociedad entre los diferentes bienes y servicios. En suma, en una economía autoritaria el Estado responde a las principales cuestiones económicas a través de su propiedad de los recursos y de su poder para imponer sus decisiones.
Ninguna sociedad contemporánea encaja perfectamente en una de estas categorías extremas. Son todas ellas economías mixtas, en las que hay elementos de las economías de mercado y elementos de las economías autoritarias. Nunca ha existido una economía de mercado al 100 por ciento (si bien la economía de la Inglaterra del siglo XIX se aproximó mucho a ella). En los países occidentales, actualmente la mayoría de las decisiones se toman en el mercado, pero el Estado desempeña un importante papel en la modificación de su comportamiento; establece la legislación y las normas que regulan la vida económica, produce servicios educativos y policiales y regula la contaminación y las empresas.

Hacia un nuevo orden político internacional


Programa Historia 6to Derecho

Unidad 1.- El mundo actual y su proyección sobre América y Uruguay (de 1989 al presente).


a- Hacia un nuevo orden político internacional
El historiador uruguayo Alberto Methol Ferré escribe, en su obra póstuma, La América Latina del siglo XXI, lo siguiente:
Methol Ferré
El colapso del comunismo provocó un cambio radical en el escenario bipolar USA-URSS, consolidado en el medio siglo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Con la caída del muro de Berlín cayó también su lógica implícita; debía repensarse todo: relaciones internacionales, sistemas de pensamiento, relaciones entre los Estados. Este hecho produjo un cambio total, una ruptura en los esquemas intelectuales del mundo conocido.

Tres estadounidenses plantean una visión totalizante del mundo post-89:
Francis Fukuyama en 1992: El fin de la historia y el último hombre;
 Zbigniew Brzezinski en 1993: Fuera de control. Confusión mundial en víspera del siglo XXI;
Samuel Huntington en 1995: El choque de las civilizaciones.

Fukuyama

Fukuyama plantea que el avance progresivo de la historia ha llegado a su punto culminante gracias al triunfo de la democracia liberal en términos políticos, y al libre mercado en términos económicos, es decir, el liberalismo político y el liberalismo económico.
Al futuro, entonces, solo le resta la expansión del liberalismo como ideología (política y económica) por el todo el mundo, dado que ha demostrado ser la ideología que supera dialécticamente a todos sus posibles adversarios (fascismo, comunismo, religión, nacionalismo). El mundo del futuro será entonces para Fukuyama un “mundo homogéneo global” que se dilata infinitamente en el tiempo, donde el debate ideológico (por la ideas) ya no existirá, solamente el crecimiento económico y el progreso científico tendrán “movimiento” en este mundo “poshistórico”. Mientras tanto, los conflictos que anuncian el futuro próximo, se darán en el mundo “histórico”, es decir, los países o regiones que se resistan a la homogeneización del liberalismo, contra este o entre ellos mismos, pero a la larga, inevitablemente, el mundo homogéneo global liberal será el que termine imponiéndose en todo el planeta.
Escribe Fukuyama:
Fukuyama
            Lo que podríamos estar presenciando no sólo es el fin de la guerra fría, o la culminación de un período específico de la historia de la posguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano. Lo cual no significa que ya no habrá acontecimientos que puedan llenar las páginas de los resúmenes anuales de las relaciones internacionales en el Foreign Affairs, porque el liberalismo ha triunfado fundamentalmente en la esfera de las ideas y de la conciencia, y su victoria todavía es incompleta en el mundo real o material. Pero hay razones importantes para creer que éste es el ideal que “a la larga” se impondrá en el mundo material.
El fin de la historia será un momento muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a escala mundial que exigía audacia, coraje, imaginación e idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente, y la satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores. En el período poshistórico no habrá arte ni filosofía, sólo la perpetua conservación del museo de la historia humana. Lo que siento dentro de mí, y que veo en otros alrededor mío, es una fuerte nostalgia de la época en que existía la historia. Dicha nostalgia, en verdad, va a seguir alentando por algún tiempo la competencia y el conflicto, aun en el mundo poshistórico. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos más ambivalentes por la civilización que se ha creado en Europa a partir de 1945, con sus descendientes en el Atlántico Norte y en Asía. Tal vez esta misma perspectiva de siglos de aburrimiento al final de la historia servirá para que la historia nuevamente se ponga en marcha.

El filósofo alemán Oswald Spengler  medio siglo antes, y desde supuesto filosóficos muy diferentes llegó a conclusiones en algunos aspectos similares a los de Fukuyama:
El hombre del Occidente europeo no puede ya tener ni una gran pintura ni una gran música, y sus posibilidades arquitectónicas están agotadas desde hace cien años. No le quedan más que posibilidades extensivas (…) Si bajo la influencia de este libro, algunos hombres de la nueva generación se dedican a la técnica en vez de al lirismo, a la marina en vez de la pintura, a la política en vez de a la lógica, harán lo que yo deseo, y nada mejor, en efecto, puede deseárseles.

Para Spengler, este mundo sin arte, que se extiende en términos técnicos científicos, no representa el estadios final de la evolución ideológica del hombre, sino todo lo contrario, representa más bien, la decadencia y muerte de la civilización occidental, el signo de su futura desaparición y reemplazo por una nueva cultura que nacerá en un futuro lejano, totalmente diferente.
También es interesante notar que el propio Fukuyama advierte que el fin de la historia, a su vez, podría tener un fin. Es decir, el fin del fin de la historia, la razón que le adjudica a esto estriba en los “siglos de aburrimiento” que dicho fin de la historia parecería acarrear, es es ese sentido que Zbigniew Brzezinski se plantea la tarea de ir más lejos que Fukuyama.

Zbigniew Brzezinski
Brzezinski

 Concuerda con Fukuyama en que luego de la guerra fría, Estados Unidos alcanza la supremacía global, es el primer estado en la historia que ha alcanzado tal posición, esta posición hegemónica mundial y su poder indiscutido se sostiene en su despliegue tecnológico y en la superioridad de la democracia política.
“El colapso de su rival (la URSS) dejó a los Estados Unidos en una posición única. Se convirtió simultáneamente en el primero y único verdadero poder global (…)
Los Estados Unidos tienen la supremacía en los cuatros ámbitos decisivos del poder global: en el militar su alcance global es inigualado; en el económico siguen siendo la principal locomotora del crecimiento global, pese a que en algunos aspectos Japón y Alemania (que no disfrutan del resto de los atributos del poder global) se les acercan; en el tecnológico mantienen una posición de liderazgo global en los sectores de punta de la innovación; y en el cultural, pese a cierto grado de tosquedad, disfrutan de un atractivo que no tiene rival, especialmente entre la juventud mundial. Todo ello da a los Estados Unidos una influencia política a la que ningún otro Estado se acerca. La combinación de los cuatro ámbitos es lo que hace de los Estados Unidos la única superpotencia global extensa”

Pero al mismo tiempo, esta hegemonía mundial, irradia a todo el mundo una crisis presente en sus propias sociedades, ocasionada por lo que llama la “cornucopia permisiva”

Un aspecto que distingue el despertar político mundial contemporáneo lo observamos en el ámbito filosófico desprovisto de cualquier compromiso profundo: la influencia del estilo de vida de los países avanzados de occidente promovida por los diferentes medios de comunicación, ha propiciado una preocupación mundial por adquirir bienes materiales y satisfacer deseos moralmente desinhibidos.
Pero, al mismo tiempo, se corre el riesgo de propiciar una confusión moral que, a su vez, podría crear una nueva ola de irracionalidad y escapismo, producto de la sensación de primacía al comparar los descarados estilos de vida mucho más ricos. La falta de contenido espiritual profundo que hemos padecido en los últimos tiempos es el reflejo de estimular el deseo de las masas más pobres y hasta hace poco activadas políticamente por sólo emular en lo material a las clases privilegiadas, cosa que incluso con la política socioeconómica más razonable es simplemente inalcanzable.
El mensaje de la emulación material llega a ser, sin quererlo, la catálisis de una envidia frustrada pero sin estructura que, en cambio, podría ser fácilmente manipulada por extremismos demagógicos. Su resultado es la crisis mundial de lo espiritual. Los principios permanentes de fe son sustituidos por los slogans de moda, mientras que las doctrinas políticas en general dan vía a los anhelos inciertos, como afirma Brzezinski.
La noción de cornucopia permisiva implica principalmente una sociedad donde el progreso declive por centralizar los criterios morales va emparejado con la intensa preocupación por autogratificarse en lo material y sensual; lo que no quiere decir que se prevea un estado eterno de felicidad social para los redimidos, sino que busca satisfacer de manera inmediata los deseos individuales dentro de un sistema donde el individuo y el hedonismo colectivo son el motivo dominante para la conducta.
La mezcla de la erosión del criterio moral para definir la conducta personal junto con el énfasis en los bienes materiales da como resultado la permisividad en el nivel de la acción y la codicia material en el de la motivación. Entonces, la corrupción inherente a la cornucopia permisiva no sólo es la consecuencia de la abundancia existencial: también puede ser el resultado de la ausencia o denegación de esa abundancia.
Es probable que el cada vez mayor número de personas que están enteradas de la existencia de la cornucopia permisiva (por los medios de comunicación o por su proximidad absoluta) se sientan personalmente privadas de sus privilegios; esto, aunado al creciente número de desempleados, crea una condición de deseo militante por los frutos de la cornucopia, así como una mayor inclinación por el rechazo a los frenos morales y hacia cualquier método para hacerse rico rápidamente, sin importarles llegar incluso a la violencia.
Una sociedad concebida para proporcionar una satisfacción casi mágica a los anhelos individuales no necesita de la coacción: puede ser permisiva; es más, tiene que serlo para que la sociedad de cornucopia todos los deseos se puedan realizar sobre bases altamente individualizadas. Así todos los deseos pueden satisfacerse, eso quiere decir que tosos son igualmente buenos.
Pero una sociedad donde la autogratificación es la norma, también es una sociedad que carece de criterios para hacer juicios morales: cualquiera puede sentirse impulsado a obtener lo que quiere, aunque no sea honrado; por lo tanto, los juicios morales ya no son indispensables, ya no es necesario diferenciar entre el bien y el mal.
Los valores convenidos por los medios de comunicación manifiestan repetidas veces lo que justificadamente se puede llamar corrupción moral y decadencia cultural. La televisión es particularmente culpable en este sentido, pues en la mayor parte del mundo es el instrumento más importante para la socialización y la educación; ella hace lo que antes hacían la familia, la Iglesia y la escuela.
La televisión le da al joven una primera visión del mundo exterior; le define el significado de la buena vida; le presenta los estándares de los que debe considerar el éxito, la satisfacción, el buen gusto y la conducta apropiada; condiciona deseos, define aspiraciones y expectativas, a la vez que perfila los límites entre la conducta aceptable e inaceptable.
El resultado: la televisión ha llegado a estar cada vez más inclinada hacia la sensualidad, la sexualidad y lo sensacionalista. Es más, en el momento que se extrapola cualquier valor de su programación, claramente observamos que se alaba la autogratificación, se normaliza la violencia intensa y la brutalidad, se alienta la promiscuidad sexual y se condesciende con los peores instintos del público: se ha perdido control sobre la conducta social.
No es exagerado decir que los productores de televisión y películas de Hollywood se han convertido en pervertidores culturales; ellos han propagado una ética social autodestructiva.

Methol Ferré:

El hegemonismo occidental científico tecnológico se transforma en el acelerador de la difusión mundial de una decadencia. De este modo se universaliza la crisis de occidente, sobre todo de los Estados Unidos. Hay una crisis de valores en los cimientos de la sociedad, una decadencia religiosa que no fue sustituida por nada que haya sido capaz de dar fundamento a la arquitectura y convivencia social. (…)
Zbigniew Brzezinski es quien mejor traza el perfil de los qué está surgiendo. Caracteriza a la sociedad de consumo del mundo capitalista como la “cornucopia” del consumo de los deseos infinitos (…) utiliza la imagen en la que Júpiter se alimentaba de un cuerno repleto de todos los deseos posibles. Brzezinski usa esta imagen pero después agrega una observación capital: que por primera vez en la historia se democratiza.  Brzezinski dice en una parte de su libro que el movimiento de masas que genera el marxismo se proponía explícitamente la eliminación de Dios, la consumación de la muerte de Dios con la victoria del hombre. La paradoja es que la muerte de Dios está terminando con el ateísmo mesiánico. De hecho, el ateísmo ha cambiado radicalmente de figura. No es mesiánico sino libertino; no es revolucionario en el sentido social sino cómplice del statu quo; no se interesa por la justicia sino por lo que permite cultivar un hedonismo radical. (…)

Methol Ferré plantea un ejemplo con el fenómeno de la droga:

En una sociedad aristocrática la droga es un epifenómeno, está ligada a las oportunidades, a ciertos momentos, la vida de un aristócrata no es una vida drogada. En nuestras sociedades la vida drogada es algo cada vez más normal. Sobre todo en los sectores empobrecidos, en sus jóvenes. Las favelas son bosques de antenas televisivas que difunden la imagen de un bienestar al que se tiene derecho, que debe ser accesible a todos. Pero con la imaginación, no en realidad. En la puerta hay un sustituto: la droga, su distribución y consumo.

Samuel Huntington

Huntington
Por último tenemos la obra de Samuel Huntington, El choque de civilizaciones. Huntington al igual que Fukuyama, entiende que el fondo de todos los conflictos es esencialmente cultural, pero le critica su “optimismo” de creer que con el fin de la guerra fría y el mundo bipolar se terminarían los conflictos ideológicos y con ellos la historia misma.
“Resulta claro que el paradigma de un solo mundo armonioso está demasiado lejos de la realidad para ser una guía útil en el mundo de la posguerra fría”
Otro paradigma criticado por Huntington es la idea de “dos mundo” es decir, “nosotros y ellos”, “países ricos contra países pobres”, “occidente contra oriente”, “zonas de paz contra zonas de guerra”, etc.
“Para la mayoría de los propósitos, el mundo es demasiado complejo para que resulte útil considerarlo simplemente dividido económicamente entre norte y sur, o culturalmente entre este y oeste”
También se descarta la teoría “realista” que plantea que el futuro estará signado por la relación entre los Estados, que independiente a través de distintos medios buscarán conseguir sus intereses.
“Aunque los Estados siguen siendo los actores básicos de los asuntos mundiales,  también sufren pérdidas de soberanía, de funciones y de poder. Actualmente, las instituciones internacionales afirman su derecho a juzgar y a restringir la actuación de los Estados en su propio territorio. (…)
Las administraciones de los Estados han perdido en buena medida la capacidad de controlar la corriente de dinero que entra y sale de su país y cada vez tienen mayor dificultad en controlar los movimientos de ideas, tecnologías, bienes y personas. Las fronteras estatales, dicho brevemente, se han ido haciendo cada vez más permeables.”
El otro paradigma, que es el que comparte, entre otros Zbigniew Brzezinski, es el que Huntington llama “puro caos”.
“Este paradigma subraya: la quiebra de la autoridad gubernamental; la desintegración de los Estados; la intensificación de los conflictos tribales, étnicos y religiosos; la aparición de mafias criminales de ámbito internacional; el aumento del número de refugiados en decenas de millones; la difusión del terrorismo; la frecuencia de las masacres y de la limpieza étnica”
“este paradigma (…) tiene la limitación de estar demasiado pegado a la realidad. El mundo puede ser un caos, pero no carece totalmente de orden”
La alternativa metodológica que plantea Huntington es la de ver el mundo “desde la perspectiva de siete u ocho civilizaciones”
“Proporciona una estructura conceptual fácilmente aprehensible e inteligible para comprender el mundo, distinguir lo importante de lo trivial entre los conflictos cada vez más numerosos, predecir acontecimientos futuros y proporcionar orientaciones a los decisores políticos.
Además añade e incorpora elementos de los demás paradigmas. Es más compatible con ellos de lo que éstos son entre sí.
Una aproximación desde la óptica de las civilizaciones, por ejemplo, sostiene que:
-       Las fuerzas de integración presentes en el mundo son reales y son precisamente la que están generando fuerzas opuestas de afirmación cultural y conciencia civilizatoria
-       El mundo es en cierto modo dos, pero la distinción principal es la que se hace entre Occidente como civilización dominante hasta ahora y todas las demás, que, sin embargo, tienen poco común entre ellas, por no decir nada. El mundo, dicho brevemente, se divide en un mundo occidental y muchos no occidentales.
-       Los Estados eran y seguirán siendo los actores más importantes en los asuntos mundiales, pero sus intereses, asociaciones y conflictos están cada vez más configurados por factores culturales civilizados.
-       El mundo es ciertamente anárquico, está plagado de conflictos tribales y de nacionalidad, pero los conflictos que plantean mayores peligros para la estabilidad son los que surgen entre Estados o grupos procedentes de civilizaciones diferentes.”

Para Huntington una civilización es “la entidad cultural más amplia. Aldeas regiones, grupos étnicos, nacionalidades, grupos religiosos, todos tienen culturas distintas con diferentes grados de heterogeneidad cultural. La cultura de una aldea del sur de Italia puede ser diferente de la de una del norte de Italia, pero ambas comparten una cultura italiana común que las distingue de las aldeas alemanas, a su vez, compartirán rasgos culturales que las distinguen de las colectividades chinas o hindúes. Los chinos, hindúes y occidentales, sin embargo, no forman parte de ninguna entidad cultural más amplia. Constituyen civilizaciones. Así una civilización es el agrupamiento cultural humano más elevado y el grado más amplio de identidad cultural que tienen las personas, si dejamos aparte lo que nos distingue a los seres humanos de otras especies entonces las civilizaciones contemporáneas son las siguientes:

Ortodoxa: tiene su raíz en la religión cristiana ortodoxa y su centro en la actual Rusia, expandiéndose hacia varios países de Europa Oriental, Bielorrusia, Ucrania (al menos su parte oriental), Rumania, Hungría y los países balcánicos.

China: se aplica propiamente a la cultura común de China y a las colectividades chinas del sudeste asiático y de otros lugares fuera de China, así como a las culturas afines de Vietnam y Corea.

Japonesa: civilización distinta de la china pero vástago de ella.

Hindú: basado en la religión hindú

Islámica: basado en la religión islámica y existen dentro de ella muchas cultura o subcivilizaciones, entre ellas la árabe, la turca, la persa y la malaya.

Occidental: tiene tres componentes principales, en Europa, Norteamérica y Latinoamérica, aunque esta última ha seguido una vía de desarrollo diferente y puede considerarse una civilización distinta.

Latinoamericana: aunque seguido una vía de desarrollo diferente se le considera como un vástago de la parte europea de la civilización occidental y también incorpora elementos de las civilizaciones americanas indígenas, y mantiene a diferencia de Europa y EEUU una tradición religiosa exclusivamente católica aunque esto está cambiando en el último tiempo. Su importancia oscila entre dos extremos: México, América Central, Perú y Bolivia, por una parte, y Argentina y Chile por otra.
Subjetivamente, los mismos latinoamericanos están divididos a la hora de identificarse a sí mismos. Unos dicen: “Sí, somos parte de occidente”. Otros afirman: “No, tenemos nuestra cultura propia y única”
Latinoamérica se podría considerar, o una subcivilización aparte, íntimamente emparentada con Occidente y dividida en cuanto a su pertenencia a él.

Africana (posiblemente): El norte del continente africano y su costa este pertenecen a la civilización islámica. Históricamente, Etiopía, constituyó una civilización propia. En otros lugares, el imperialismo y los europeos aportaron elementos de la civilización occidental. Por toda África, las identidades tribales son generales y profundas, pero los africanos están desarrollando, cada vez más, un sentido de identidad africana y cabe pensar que el África subsahariana podría aglutinarse en una civilización peculiar, cuyo Estado central posiblemente sería Sudáfrica.


Las relaciones futuras tendrán la impronta de las civilizaciones mundiales y muchos de los conflictos tendrán por escenario lo que Huntington denomina “líneas de fractura” entre civilizaciones, que es el lugar donde se encuentran sus límites geográficos-culturales, y entre las más importantes figuran las que representan la línea de la frontera mexicana-estadounidense, la línea que separa la Europa Occidental de la Ortodoxa, la que separa la Ortodoxa o la Occidental de la Islámica, la Islámica de la Hindú, la Hindú de la China, la China de la Japonesa, etc.

Recapitulando...


Más allá de las llamativas diferencias entre estas tres "metainterpretaciones", Alberto Methol Ferré busca los elementos en común que tienen:
"Convergen en el intento de fundar una visión globalizante del mundo post-89. Fukuyama, cuando insinúa que también el "fin de la historia" puede tener un final y se recaiga en la historia, preanuncia la posición de Brzezinski, quien va más allá, porque no sólo argumenta que estamos en plena crisis, sino que señala sus implicaciones. Huntington, por el contrario, cree en la superioridad de occidente. Un occidente de un protestantismo abstracto, sin historia. Y no habla de sus crisis; lo ve hegemónico y al  mismo tiempo amenazado por otras civilizaciones que le absorben los resultados técnicos sin ser sustancialmente modificadas. Para él, la lucha entre culturas es la lucha del mundo unificado."

Cultura

Pereira
Es interesante apreciar que los tres intelectuales ponen el elemento cultural por encima de todo lo demás, así, Fukuyama entiende que la cultura norteamericana, en su calidad de síntesis última del pensamiento humano, tiene el destino de imponerse en el mundo de forma inevitable al no existir más una ideología que pueda competir con su supremacía. Brzezinski ve en esa misma superioridad cultural norteamericana el germen de su decadencia, por la corrupción moral y el hedonismo que esta genera y exporta al mundo. Y por último Huntington ve en la identificación cultural de las distintas sociedades del mundo con sus civilizaciones respectivas la base de los futuros conflictos de la humanidad.

Globalización
 
Hay algunos elementos para destacar en las tres posiciones: en primer lugar, el mundo "unificado" o también lo podríamos llamar "globalizado", Methol Ferré también nos habla del concepto de globalización.

"Es un vocablo que se populariza definitivamente en los años 90 (...). Comienza a adquirir ciudadanía a partir del intelectual católico canadiense Marshall McLuhan, durante el Concilio Vaticano II, con su conocida y ampliamente comentada perspectiva de la "aldea global" formulada en 1964. (...)
En 1992 (...) el escenario ya era global: el colapso de la segunda potencia mundial, la URSS, era reciente, y el modelo económico neo-liberal-capitalista se imponía ideológicamente sin competidores; la misma China, heredera del mundo socialista, asimilaba a un ritmo cada vez más sostenible la economía de mercado y abría las puertas a los capitales occidentales... (...) Sólo después del 89 el término globalización pudo designar con propiedad todo el conjunto, y entrar en el lenguaje común y corriente"

Crisis del Estado-nación

Las tesis de los tres intelectuales norteamericanos también implican la visión de un mundo donde los Estados-nación entran en una etapa de descomposición, decadencia o crisis, ya sea fundiéndose con todos los demás Estados del mundo perdiendo sus determinantes históricas, conservando quizá una difusa, frágil y delgada lámina de identidad (Fukuyama); descomponiéndose en crisis internas y volviéndose cada vez más vulnerables a procesos y factores externos (Brzezinski); o buscando identidades más amplias en el marco de los afectos y vínculos culturales y civilizacionales (Huntington).

Modernidad

La modernidad para Fukuyama es el avance de las ideas y técnicas occidentales por el mundo: la democracia liberal, la economía de mercado y el avance tecnológico e industrial, por ser ideas "superiores"  deben aplicarse en todo el mundo y los obstáculos presentados por religiones o ideologías "tradicionales" deben desaparecer o atenuarse para que el mundo "progrese" y "avance". Brzezinski comparte la idea de modernidad de Fukuyama pero percibe ciertos peligros en el papel que juega la industrialización y tecnología de la información en la distribución a las masas de un cierto estilo de vida que genera corrupción, caos y conflicto. Por último, Huntington aprecia que la modernidad no es aceptada en su totalidad por todas las sociedades o civilizaciones, sino que la adopción por parte de civilizaciones no occidentales de los avances tecnológicos e industriales de Occidente no implica la adopción de su estilo de vida democrático liberal o su sistema económico, sino más bien todo lo contrario, para él, la modernización tecnológica e industrial de otras sociedades genera un aumento de su orgullo e identidad autóctona y un rechazo del estilo de vida occidental. 

Recursos naturales

Un curioso patrón común en los tres autores es la ausencia casi total de referencias a la importancia de los recursos naturales y la necesidad que tienen de estos sobre todo los Estados Unidos: las necesidades energéticas (petróleo y gas natural), minerales estratégicos, agua y biodiversidad que llevan a que amplias zonas del mundo incluida América Latina sean de vital importancia estratégica para los Estados Unidos, tanto para manetener sus altos niveles de consumo, así como para estar preparado para futuros escenarios de crisis económicas o militares.