martes, 17 de junio de 2014

Las guerras mundiales (1914-1918)




GUERRAS MUNDIALES (1914-1945)

“La guerra ha perdido su encanto y hostilidad. El hombre ya no se ve obligado a entregarse a ella ni por interés ni por pasión.” Benjamín Constant, 1814


Benjamín Constant




“…hubo momentos, durante los 31 años de conflicto mundial que van desde la declaración austriaca de guerra contra Serbia el 28 de julio de 1914 y la rendición incondicional de Japón el 14 de agosto de 1945 (…) en los que pareció que podría desaparecer una gran parte de la raza humana” Eric Hobsbawm Historia del siglo XX

 
E. Hobsbawm

Esos artesanos, esos obreros, esos burgueses fueron educados en la familia y en la escuela como patriotas. Pertenecen a una vieja civilización moral que conserva muchos rasgos aristocráticos en el interior de la democracia. El heroísmo militar encontró una nueva justificación en el servicio a la nación” F. Furet El pasado de una ilusión


 
F. Furet

Escribe el historiador inglés Arnold Toynbee:
 
A. Toynbee
"…en la edad prenacionalista del siglo XVIII (…) los Estados soberanos “provincianos” del mundo occidental no eran el instrumento de la voluntad general de sus ciudadanos, sino que eran virtualmente Estados privados de las dinastías. Las guerras reales y los matrimonios reales constituían los dos procedimientos mediante los cuales se realizaban los traspasos de tales Estados, o parte de ellos, de una dinastía a otra; y de los dos métodos, el último era evidentemente el preferido.
Había sin duda algo más bien mezquino y sórdido en esta diplomacia matrimonial. Un arreglo dinástico por el cual las provincias y sus habitantes se transferían de un propietario al otro como haciendas con su ganado repugna a la sensibilidad de nuestra edad democrática. Pero el sistema del siglo XVIII tenía sus compensaciones. Suprimió el brillo del patriotismo, pero con el brillo suprimió su mal olor.
La guerra ha llegado a ser ahora “guerra total” (…) Por guerra total entendemos una guerra en la que se reconoce que los combatientes no son sólo “piezas de ajedrez” seleccionadas llamadas soldados y marinos, sino la población entera de los países interesados”


A mediados del siglo XIX se pensaba que el indutrialismo y la democracia contribuirían a al nacimiento de un mundo unido y pacífico, puesto que la unidad y la paz son condiciones obligatorias para el desarrollo económico de un mundo industrializado e interconectado por revolucionarios medios de transporte y comunicación. Al mismo tiempo que la democracia promueve un mundo de tolerancia, respeto y superioridad moral. Pero esas mismas fuerzas, democracia e industrialismo, en su avance revolucionario chocaron con las fuerzas de la tradición que sobrevivían en la vieja Europa, una Europa construida sobre la base cultural del cristianismo, y que políticamente se recluía en pequeñas comunidades, localidades y provincias, atomizados dentro de reinos e imperios heterogéneos.
Ese choque de fuerzas históricas, la modernidad con la democracia y el industrialismo a la cabeza, contra el mundo tradicional de monarcas y campesinos, produjo en su contaminación la explosión de Europa, del mismo modo que el odre viejo se rompe cuando se le vierte vino nuevo, así y por las mismas razones se rompió Europa. Fue la gran guerra civil de la Sociedad Occidental entre 1914 y 1945, y se le puede llamar mundial porque desbordó de sus fronteras.
Esta guerra civil tuvo dos episodios, el primero de 1914 a 1918 y el segundo de 1939 a 1945. Aunque el segundo sobresale por su espectacularidad y dimensiones, es en el primer episodio donde se decide el resultado, es decir, el avasallamiento de lo que quedaba de mundo tradicional por parte de las fuerzas transformadoras de la modernidad.
En breves líneas, las modernas Francia, Gran Bretaña y sobretodo Estados Unidos (la modernidad hecha país) terminaron de imponer su modelo victorioso sobre los vetustos imperios tradicionales que dieron paso a modernos estados nacionales, aunque el Reich Alemán era una potencia industrial, su forma política seguía siendo tradicional, caduca. Por otro lado el bando moderno contó con la ayuda de un vetusto imperio como el ruso, que se autodestruye y revive luego en una forma enteramente bizarra mezcla de viejo imperio tradicional con neo estado continental industrial, esta será la prefigura de los modelos que se enfrentaran en el segundo episodio de la guerra.
Alemania e Italia buscan recrear los viejos imperios fenecidos en la primera parte, pero el avance de la modernidad es imparable, lo que surge son super estados industriales militares con reminiscencias pasadas, tumores ideológicos que fusionan en extrañas lógicas lo tradicional y lo moderno: fascistas, nazis, stalinistas. La atmosfera cultural permite la eclosión de dichos fenómenos, y luego su destrucción. La modernidad se impone otra vez, Rusia lucha otra vez en el bando equivocado, y ahora sí, la modernidad, democracia e industrialismo, abre paso su camino en la voluntad de crear un mundo nuevo, un nuevo orden mundial.
  

Extracto de la obra de Céline Viaje al fin de la noche:
 
L.F. Céline
Nuestros alemanes agachados al final de la carretera acababan de cambiar de instrumento en aquel preciso instante. Ahora proseguían con sus disparates a base de ametralladora; crepitaban como grandes paquetes de cerillas y a nuestro alrededor llegaban volando enjambres de balas rabiosas, insistentes como avispas.

Aun así, el hombre consiguió pronunciar una frase articulada:

«Acaban de matar al sargento Barousse, mi coronel», dijo de un tirón.

«¿Y qué más?»

«Lo han matado, cuando iba a buscar el furgón del pan, en la carretera de Etrapes, mi coronel.»

«¿Y qué más?»

«¡Lo ha reventado un obús!»

«¿Y qué más, hostias?»

«Nada más, mi coronel...»

«¿Eso es todo?»

«Sí, eso es todo, mi coronel.»

«¿Y el pan?», preguntó el coronel.

Ahí acabó el diálogo, porque recuerdo muy bien que tuvo el tiempo justo de decir: «¿Y el pan?». Y después se acabó. Después, sólo fuego y estruendo. Pero es que un estruendo, que nunca hubiera uno pensado que pudiese existir. Nos llenó hasta tal punto los ojos, los oídos, la nariz, la boca, al instante, el estruendo, que me pareció que era el fin, que yo mismo me había convertido en fuego y estruendo.

Pero, no; cesó el fuego y siguió largo rato en mi cabeza y luego los brazos y las piernas temblando como si alguien los sacudiera por detrás. Parecía que los miembros me iban a abandonar, pero siguieron conmigo. En el humo que continuó picando en los ojos largo rato, el penetrante olor a pólvora y azufre permanecía, como para matar las chinches y las pulgas de la tierra entera.

Justo después, pensé en el sargento Barousse, que acababa de reventar, como nos había dicho el otro. Era una buena noticia. «¡Mejor! -pensé al instante-. ¡Un granuja de cuidado menos en el regimiento!» Me había querido someter a consejo de guerra por una lata de conservas. «¡A cada cual su guerra!», me dije. En ese sentido, hay que reconocerlo, de vez en cuando, ¡parecía servir para algo, la guerra! Conocía tres o cuatro más en el regimiento, cerdos asquerosos, a los que yo habría ayudado con gusto a encontrar un obús como Barousse.

En cuanto al coronel, no le deseaba yo ningún mal. Sin embargo, también él estaba muerto. Al principio, no lo vi. Es que la explosión lo había lanzado sobre el talud, de costado, y lo había proyectado hasta los brazos del caballero de a pie, el mensajero, también él cadáver. Se abrazaban los dos de momento y para siempre, pero el caballero había quedado sin cabeza, sólo tenía un boquete por encima del cuello, con sangre dentro hirviendo con burbujas, como mermelada en la olla. El coronel tenía el vientre abierto y una fea mueca en el rostro. Debía de haberle hecho daño, aquel golpe, en el momento en que se había producido. ¡Peor para él! Si se hubiera marchado al empezar el tiroteo, no le habría pasado nada.

Toda aquella carne junta sangraba de lo lindo. Aún estallaban obuses a derecha e izquierda de la escena. Abandoné el lugar sin más demora, encantado de tener un pretexto tan bueno para pirarme. Iba canturreando incluso, titubeante, como cuando, al acabar una regata, sientes flojedad en las piernas. «¡Un solo obús! La verdad es que se despacha rápido un asunto con un solo obús -me decía-. ¡Madre mía! -no dejaba de repetirme-. ¡Madre mía!...»


Para las estapas y el desarrollo de los conflictos (Primera y Seguna Guerra Mundial) ver www.claseshistoria.com

  

América Latina

América Latina y la I Guerra Mundial

Tras la I Guerra Mundial, un nuevo orden económico y político comienza a gestarse ante la atenta mirada de Latinoamérica. El profesor Compagnon analiza el papel de este conflicto bélico en la historia de América Latina.
Soldados alemanes en las trincheras.


La I Guerra Mundial es considerada como uno de los acontecimientos más trágicos que convulsionaron los cimientos del viejo continente europeo. Todas las grandes potencias mundiales se vieron involucradas en el conflicto y se alinearon en dos bandos estratégicamente enfrentados: los Aliados frente a las Potencias Centrales. Durante cuatro incesantes años Europa se batió entre trincheras en un sangriento combate que se saldó con la pérdida de más de 10 millones de vidas humanas y acabó arrasando dinastías, imperios y hegemonías para imponer un nuevo orden mundial encabezado por un triunfante Estados Unidos. Ante ese nuevo orden político mundial, América Latina observaba atentamente los movimientos de los europeos. El historiador Olivier Compagnon, profesor de la Universidad de Sorbona Nueva -Paris 3 y director de la revista Cahiers des Amériques Latines, imparte esta semana un seminario en el Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca en el que trata de reevaluar precisamente el papel de los años 1914-1918 en la historia contemporánea de América Latina.

¿Cuál fue la postura oficial de los Estados de América Latina ante el conflicto?

Al inicio de la guerra en agosto de 1914, todos los estados latinoamericanos proclamaron su neutralidad, como lo hizo también Washington. La “guerra europea” era percibida como la consecuencia de la vieja rivalidad entre Francia y Alemania, de la afirmación de las nacionalidades en la península balcánica o del choque de imperialismos. Dicho de otro modo, como un acontecimiento que no tenía nada que ver con la historia americana. Pero todo cambió en 1917 con la guerra submarina a ultranza alemana y la entrada de los Estados Unidos en la guerra en abril. Los países de América Central y del Caribe, que ya pertenecían a la zona de influencia estadounidense, entraron en la guerra inmediatamente con Washington, así como Brasil, que tenía una alianza estratégica con Estados Unidos desde 1902. Todos los otros países se permanecieron neutrales hasta el armisticio de noviembre de 1918 aunque algunos rompieron sus relaciones diplomáticas con Berlín.
Soldado durmiendo en una trinchera.

La guerra en Europa dificulta el comercio transatlántico, lo que provocó conflictos sociales en toda Latinoamérica…

Con la reconversión de las economías europeas hacia las actividades directamente relacionadas con la guerra decreció el abastecimiento de productos manufacturados y, además, aumentaron los precios, lo que afectó a la vida cotidiana de todos los países durante cuatro años y medio. Así surgieron huelgas y movimientos sociales protestando contra la subida de precios y asociando explícitamente la situación económica y social con el contexto belicoso europeo (por ejemplo durante las manifestaciones del 1º de Mayo de 1915 en las grandes ciudades brasileñas). Por otra parte, sí se observa un crecimiento económico en algunos países como Argentina, que vendía sus cereales y su carne a los Aliados; sin embargo, las economías latinoamericanas fueron afectadas por las dificultades del comercio transatlántico y por la disminución del precio de productos de segunda necesidad como café. Lógicamente desaparecieron muchos empleos, lo que significa que los años 14-18 fueron socialmente muy difíciles.

Europa cancela las emisiones de capital a América Latina, lo que propicia la entrada de entidades financieras estadounidenses…

Salvo la excepción notable de Argentina que muchos historiadores consideran como el “sixth dominion” británico o como “una Australia donde se habla castellano” hasta el final de los años 30, la primera consecuencia económica de la guerra fue la substitución de Gran Bretaña por Estados Unidos como primer socio comercial y primer inversor financiero en todos los países de la región. Totalmente olvidada por la historiografía del siglo XX latinoamericano, esta guerra aparece finalmente como un momento fundamental para pensar las relaciones interamericanas contemporáneas.

La Europa derruida de postguerra deja de ser vista por los latinoamericanos como la cuna de la modernidad. Es entonces cuando comienzan a renacer los nacionalismos en América Latina...

Este papel fue fundamental, aunque permanece desconocido. Para muchos intelectuales latinoamericanos que vivían en un culto ciego a Europa como centro de todas las modernidades y corazón de la civilización, la Gran Guerra fue interpretada como el suicidio del Viejo Continente que pretendía guiar el mundo mientras sacrificaba a diez millones de sus hijos en las trincheras. Rompiendo con las lógicas tradicionales de importación de modelos europeos, los años 20 y 30 correspondieron a la búsqueda de identidades propias, tanto política como culturalmente. Así, un movimiento como la Semana de Arte Moderna que tuvo lugar en São Paulo en febrero de 1922 puede ser entendido como una de las consecuencias intelectuales de la Gran Guerra.

Autor: Nuria García Reche

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